2020 es un año que seguro que todos queremos olvidar. El año de la pandemia, el año que el coronavirus nos cambió la vida. El año del estado de alarma, del confinamiento, de la mascarilla, de la distancia social, la lejía y el gel hidroalcohólico. Año de dolor, de enfermedad, de muerte, de desorientación, de incertidumbre, de intentar conseguir una vacuna en tiempo récord. El año que marcará un antes y un después.
Cada uno podría contar aquí su experiencia, su dolor, su soledad, su cansancio, su miedo, su tristeza. Los medios de comunicación han ofrecido, en ocasiones, imágenes de ciudadanos aplaudiendo, cantando ópera en el balcón, bailando al ritmo del Resistiré del Dúo Dinámico, o haciendo bizcochos, pero esas imágenes amables y edulcoradas no pueden hacernos olvidar el sufrimiento que hay detrás. Si nos olvidamos del virus, del riesgo, de sus efectos, si nos relajamos, si no tomamos medidas podemos sufrir graves rebrotes.
Para los docentes la pandemia ha supuesto y supone un reto, la necesidad de aprendizaje, de subirnos al carro de tecnologías que desconocíamos, de utilizar videoconferencias y herramientas que pueden ayudarnos en nuestra docencia en remoto: aula virtual, Mentimeter, Kahoot!, H5P, woo-Clap, etc.
Esta situación ha hecho que tengamos que impartir parte de nuestra docencia en remoto, y a veces cuesta, parece que estamos solos hablando a la pantalla, pero hasta el momento, veo que los estudiantes responden bastante bien e incluso intervienen más, quizás porque tras la pantalla da menos corte que en una clase llena de compañeros.
Yo creo que estas tecnologías y estas formas de comunicarnos han venido para quedarse.
Ánimo a todos, y aprovechemos para aprender...